Los prisioneros de la Historia

A continuación, les ofrecemos dos fragmentos elegidos al azar de la interesante correspondencia que mantuvieron en junio de 2009 la autora de Los prisioneros de la torre (2011) y el autor de El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia (2011). [Aquí, el material completo]



ELSA DRUCAROFF:
Ojito con la metáfora irónica porque se te ven los lapsus, los "descuidos" de tu boquita pútrida: claro que Schweblin se te desliza como un hilo dental y te va sacando la carroña de pobre macho envidioso. No, Patricio, vos y yo sabemos que Samanta no está ahí porque es lo mejorcito que escribió una mujer, sino porque sus cuentos son de los mejores en la nueva narrativa, mejores que los tuyos a menudo. Pero entiendo: es un problema que sea mujer, porque una mina es un desencadenante infalible del sadismo en un varón mal bicho. Es fuerte la tentación de usar ahí el poder, ¿no? Nada como la carnada de una mujer puesta en el lugar de par, para desenmascarar machos de mierda.
Y ahora te toco yo, encima, otra mina, pobre Pron. Y me divierto haciéndote una lecturita lacaniana.
Va lo último. En tu artículo abyecto elegís con cuidado solamente dos humanidades para tratar con respeto: los "lectores españoles" y yo, a quien mencionás "generosamente" (aunque con trivialidad, resumís mal mi lectura sobre la nueva narrativa). Esto me obliga a diferenciarme, y por eso este e-mail. Si un psicoanalista puede decir “yo a Massera no lo tomo de paciente, no porque no precise terapia sino porque me repugna”, una crítica literaria puede rechazar a un escritor, merezca o no ser leído. Eso es lo que estoy haciendo. Decidí que no voy a leerte más, simplemente no existís más para la narrativa que yo trabajo. ¿Querés ser alemán? ¿Español? Podés ponerte a practicar el acento. Yo no voy a volver a leerte.
No ignoro que alguien puede ser una basura y un buen (incluso gran) escritor, hay muchos casos. Pero mientras esa mala persona está viva, no veo por qué hacer el trabajo insalubre de estudiarla. Si llegás a perdurar en el tiempo, ya habrá quienes te lean sin que les importe algo tan nimio como una canalladita mundana, una operacioncita de prensa, algo que desde luego habla de qué persona fuiste, no de los escritores a los que ridiculizás, pero NUNCA, NUNCA habla de literatura.


PATRICIO PRON:
En cualquier caso, te ratifico aquí todo lo que he dicho sobre ti, tanto en la crónica como en mi artículo deQuimera acerca de la literatura argentina después de 2001. Y mi ratificación y mi respeto hacia ti y tu trabajo se ven confirmados por el entusiasmo con el que me has escrito. Simplemente espero que tengas la oportunidad de leer El comienzo de la primavera sin prejuicios porque el libro ha sido escrito para lectores inteligentes y aspira a intervenir en el marco de las relaciones entre literatura y memoria, sobre el que creo que tú has escrito. Negarse de plano a leer a un escritor a priori por sus opiniones o por su biografía no sólo constituye una pérdida para ese escritor, sino también para el propio lector y para la cultura en la que ambos se encuentran insertos, y (cuando ese lector/a es una crítica profesional como tú, que además posee un sitio en la institución académica argentina) es peligrosamente parecido a la censura.

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