"El rostro de Sabella", por Martín Kohan


Hay algo de este Mundial que creo que no voy a olvidar, y es el semblante de Alejandro Sabella: ese rictus de contrariedad que se agrava cuando las cosas van mal pero persiste cuando se enderezan y hay festejo, y que empieza en el sector de las cejas y termina ya no se sabe bien dónde. Podríamos parafrasear a Ricardo Piglia cuando dice que Madame Bovary es una lectora de novelas que no leería una novela como Madame Bovary, y señalar que Alejandro Sabella es un director técnico que no convocaría para su equipo a un jugador como Alejandro Sabella. Prefiere tirar atrás a uno de los puntas (Di María, o Messi, o Palacio cuando está) o bien adelantar a uno de sus volantes retrasados dizque con manejo de pelota (Gago, Mascherano), pero no contar con un diez clásico, manija, organizador, conductor, etc. Se dirá, y con razón, que se trata de una tendencia general, pero yo, que lamento esa tendencia, no pude dejar de evocar el célebre medio campo de diez que armó Bilardo en Estudiantes (Trobbiani, Ponce y Sabella) o los varios que el propio Bilardo convocó para el plantel campeón en México (Maradona, Bochini, Tapia, Trobbiani).
Cuando Sabella dice que este seleccionado que ahora dirige es ofensivo y por eso se descuida atrás, no lo dice como un elogio. Lo digo como un elogio, de Sabella. Me pregunto qué sentirá frente a los rivales que consiguen hacer contra él, que tiene a Messi, lo que él mismo, con Estudiantes, consiguió hacer contra el Barcelona, que tenía a Messi. Me lo figuro como un director de orquesta convencido de que en un determinado fragmento las que deben predominar son las violas, pero decide que predominen los violines, contra su propia convicción, tan sólo porque se lo impone la evidencia de que los violinistas con que cuenta son mejores que los violistas.
Bielsa y Basile son dos técnicos muy distintos entre sí (no obstante, son anagramáticos, y Sabella no lo es por muy poco). Pese a eso, en sendos mundiales decidieron “morir con la suya”. Sabella encarna un caso distinto: para ir a favor del equipo, es capaz de ir en contra de sí. ¿Por qué aprecio esa flexibilidad? Sin dudas, porque no la tengo. Por ende me la paso escrutando sus rastros en el rostro de Alejandro Sabella. Y ya sea que Argentina resulte campeona mundial o que quede, una vez más, en el camino, no habrá cosa más importante para mí que ésa.

(Publicado en el diario Perfil, el 6 de julio de 2014.)

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