"Los últimos serán los primeros", por Ivonne Bordelois
Es un problema de voz, de impostación central: hay esos textos que se llaman poesía y pueden ser amables y correctos, con cierto oficio, sí, pero lo fundamental es que no nos ocurre nada leyéndolos. Y hay otros de los que emergemos necesariamente transformados, como este poema de Escudero, "Ultima apuesta": "Apártense, déjenme pasar/ vengo de estar existiendo y ya lo sé/ voy a las palideces. Merezco/ descanso pero antes/ quiero mirar atrás del horizonte para/ no verme siempre aquí como árbol seco/ donde no hay más que hablar./ No atajen, no digan que hay medicina buena/ dejen que me siente en el umbral/ a ver pasar la última gente. Los pájaros/ están escondiendo la cabeza bajo el ala// Manden alguien a comprar pan/ no digo de aquí sino de mañana/ porque mi hambre última/ es de lo que aún no he visto".
En los dos poemas alguien se siente como un árbol, en los dos hay pájaros. Pero uno es una pintoresca estampa, tan previsible como olvidable, dibujada por una vecinal y apacible contempladora de la naturaleza que, como el zorzalito, "bate grácil las alas" (¿se puede escribir así en el 2011?), mientras que el otro nos arroja un manotazo de verdad inclemente, una música negra indómita, una humanidad irrenunciable.
Aquí no se trata del Primer Premio Nacional de Poesía, sino del inmerecido agravio que recibe Jorge Leónidas Escudero, un anciano e insigne poeta sanjuanino. Que el Honorable Jurado, acompañado de su impresionante cortejo curricular de cátedras, premios, menciones, ediciones y demás equipajes, se haga cargo.
Aquí, el texto completo, sobre la reciente entrega del Premio Nacional de Poesía.
En los dos poemas alguien se siente como un árbol, en los dos hay pájaros. Pero uno es una pintoresca estampa, tan previsible como olvidable, dibujada por una vecinal y apacible contempladora de la naturaleza que, como el zorzalito, "bate grácil las alas" (¿se puede escribir así en el 2011?), mientras que el otro nos arroja un manotazo de verdad inclemente, una música negra indómita, una humanidad irrenunciable.
Aquí no se trata del Primer Premio Nacional de Poesía, sino del inmerecido agravio que recibe Jorge Leónidas Escudero, un anciano e insigne poeta sanjuanino. Que el Honorable Jurado, acompañado de su impresionante cortejo curricular de cátedras, premios, menciones, ediciones y demás equipajes, se haga cargo.
Aquí, el texto completo, sobre la reciente entrega del Premio Nacional de Poesía.
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