"Mercado, Estado, censura", por Damián Tabarovsky

Sssshhhhhhhh! Silencio, hablo en voz baja, que no se corra la voz, mejor no mencionarlo mucho: parece que en la Feria del Libro se vende… se encuentra… hay… ¿droga?, ¿sexo?, ¿rock & roll? No, nada de eso: ¡libros importados! Este año ya no están los stands de España y Francia, el de Italia es diminuto, y los de Brasil y México son aún más paupérrimos que los de años anteriores (lo que ya es mucho decir), mais ici et là (¿para cuándo la ley que prohíba palabras extranjeras en los diarios?) en varios stands, todavía se encuentran interesantes libros producidos por ellos, los extranjeros que les sacan el trabajo a nuestros padres y el pan a nuestros niños. Según informa el honesto y prestigioso diario Clarín en su edición del 27 de marzo, “el 78 por ciento de los libros que se venden en el país son importados”. Si una industria, la del libro u otra, importa el 78% de lo que se consume, allí hay un problema. Es evidente que hay que resolver ese desfase. Es correcto entonces que el Gobierno tome nota de este tema. Pero eso no se logra a golpes de decretos aduaneros (la lengua del decreto –no sólo de éste sino del decreto como género– es la de la continuación del fascismo por medios democráticos) y de nacionaloides retóricas de bla bla bla (que despilfarra graves conceptos como el de “soberanía”), sino con profundas, sostenidas y activas política culturales, e innovadores incentivos económicos. Por supuesto que esto es mucho más difícil y arduo que detenerse detrás de un atril y anunciar, como un logro, que “no hay libros parados en la aduana” (¿pero deberíamos estar agradecidos de que sea así?). Es central entender lo siguiente: en el capitalismo contemporáneo la censura la ejerce el mercado. No hace falta ningún gran inquisidor dostoievskiano para que los libros no lleguen, no puedan leerse, no circulen. Por lo tanto, lo que debe hacer el Estado es intentar romper esa situación, abrir en lugar de cerrar. Pero no abrir en el sentido mercantil –e interesado– en que lo piensa y actúa el neoliberalismo –lo que atentaría directamente contra la industria nacional– sino a la inversa: abrir en un sentido profundo y radical, la apertura como un estado de curiosidad intelectual, como una investigación cultural, como una interrogación sobre las potencialidades revolucionarias de la lectura y de la democracia. ¿Está en condiciones nuestra clase política de pensar en esos términos?

Entonces, especie de guía de turismo cultural cipayo, propongo a continuación mi breve recomendación de tres libros importados, para los aventureros que deseen visitar la Feria este fin de semana largo.

[Continúa en http://www.perfil.com/ediciones/2012/4/edicion_672/contenidos/noticia_0012.html]

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