I


Antes de que la noche vuelva quieta

con pañuelo de rotas hermosuras

y arda en mi pecho la pavura,

el triste sino de una piedra escueta,



quiero contarles –niños– en un tris

una historia de amor y de tormento

vivida hace cien años, un momento,

cuando el bosque era puro aromo y lis.



Hagan silencio, tomen asiento

que me sufro de tan sólo recordar

los trágicos detalles de este cuento



del que yo, simple elfo, fui testigo

instalado en el faro de una rosa

que ahora es letra doliente conmigo.

Comentarios

Entradas populares