II
Mientras convertía en hogar este jardín
de madreselvas, nardos y estrellas
afilábase lejos la querella,
la cruel inquina bailaba su festín.
Sucedió que un mercader de renombre
traído por la guerra mudó casa
al poblado de aburrida argamasa
que en el valle dormía un sueño pobre.
Era tan fría su tiesa mirada
que al bajar su porte del carruaje
mi rosa, mi hogar, tembló helada
Tras él, arrastraba su equipaje
la niña de belleza soberana.
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