II

Mientras convertía en hogar este jardín

de madreselvas, nardos y estrellas

afilábase lejos la querella,

la cruel inquina bailaba su festín.


 

Sucedió que un mercader de renombre

traído por la guerra mudó casa

al poblado de aburrida argamasa

que en el valle dormía un sueño pobre.



Era tan fría su tiesa mirada

que al bajar su porte del carruaje

mi rosa, mi hogar, tembló helada

y dijo: -¡Oh, ha traído a su hermana!

Tras él, arrastraba su equipaje

la niña de belleza soberana.




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