"Tester de revistas", por Graciela Speranza


La melancólica lista de lo que el libro electrónico está por arrebatarnos no acaba: a la textura del papel al tacto y el recuerdo patente de la página subrayada se han sumado las bibliotecas, los señaladores y las dedicatorias. La nostalgia anticipada de los libros nos acompañará aún por un tiempo, aunque ya empieza a disiparse frente a las virtudes evidentes de un aparato sencillo, casi infinito, adaptable a las redes del tráfico pirata. Pero hay una experiencia más difusa que difícilmente encontrará traducción en las ediciones virtuales: hojear una revista para ver qué trae. Algo se juega en ese primer recorrido, que anticipa como un tester de intensidad el éxito o el fracaso de lo que tenemos entre manos, y decide de antemano cuánto de lo que ahí se ofrece ha conseguido despertar la necesidad y hasta la urgencia de la lectura. Podría incluso ser un ritmo lo que se capta, sensible a la vibración del presente, que registra las señales vivas del pensamiento y el arte como una antena parabólica, pero se toma su tiempo para procesar las ondas y retrasmitirlas con una voz afinada que invita a sumarse a la experiencia.

[Continúa aquí. Revista Ñ, sábado 23 de junio de 2012.]

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