LA CABEZA DEL MUERTO




VIII



Al alma del malvado el amor hiere

cual agravio de circunstancia en falta,

aguijón que a cada mirada salta,

el amante suspiro que pondere.



Los celos del hermano tremebundo

crecen como una zarza ardiente,

lo inundan, le afilan presto diente

puesto a la venganza de su mundo.



Urde el mercader un plan macabro,

tan siniestro y lúgubre que acaso

imposible será cualquier milagro…



El tic-tac tétrico marca la era.

¡Ay Lorenzo! ¡Ay mi niña Morena!

¡Si el dolor de este elfo ficción fuera!

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