"Zoo: la jaula del progresismo", por Juan Terranova
El miércoles 22 de agosto un poco antes de las seis de la tarde entré en la legislatura porteña por uno de los accesos de la calle Perú. Llegué al Salón Montevideo y me senté a esperar. María José Lubertino, legisladora por el Frente para la Victoria, había convocado a un “foro abierto de debate” titulado “¿Por qué no pensamos un parque para el Siglo XXI?”. Lubertino promocionaba la charla desde su cuenta de Twitter. Y unos días atrás había protagonizado un abrazo simbólico al zoológico. Transcribo el tuit: “Llegando al ZOO para el abrazo. Queremos animales exóticos enjaulados? Paramos el remate, ahora debe haber debate!”. Más de una vez la legisladora usó el hashtag “#themacrihorroroshow”, una denuncia pero también una forma de ir llevando agua para su molino político. (La construcción en inglés y la alusión al cine son vistas por el progresismo local como un necesario gesto décontracté.) Muy pronto se desplegaron, entonces, en el Salón Montevideo, dos pantallas de tela vinílica. Aparecieron las computadoras portátiles y también los Blackberrys, accesorios fundamentales, imprescindibles, del asesor político actual. El Blackberry marca dos cosas: la primera, estoy comunicado, la segunda, soy joven. (Pero el gesto resulta obsoleto. Solamente un viejo muy unplugged puede ver hoy en ese dispositivo algo más que una rutina.)
Lubertino me sorprendió. Vestido negro, elegante, medias opacas, todo pensado en función de unos zapatos de excelente diseño y con un taco importante. No se la veía tan joven como sale en las fotos. Más bien bordeaba un marcada estética MILF, hablaba como una mujer televisiva y cultivaba una estudiada gestualidad de eficiencia a lo wedding planner. Antes de empezar pidió que le garantizaran la transmisión on line (y cuando la charla inició lo primero que hizo fue saludar “a los que nos están viendo por Internet”). La sala se llenó. Los invitados se acomodaron en la mesa. Eran tres: el diputado socialista –mandato cumplido– Julián D´Angelo, el abogado Pedro Kesselman y la activista Alejandra García. La misma Lubertino, como anfitriona, hizo un poco de historia oficial reciente, habló mal de las privatizaciones y presentó el tema a debatir. Lo que importaba: se vencía el período de la concesión actual del Zoológico de la Ciudad de Buenos Aires. Primera medida, se le planteó al ejecutivo que la renovación de la concesión pasara por la legislatura. Pero de ahí, siguió Lubertino, se comenzó a discutir sobre tres ejes. El destino del predio, el destino del patrimonio cultural, y el tema central de los animales, su cuidado y su “rol educativo-pedagógico”. Más fácil: si la concesión va a continuar en manos de una sociedad privada para su explotación comercial, qué se va a hacer con los edificios y las hectáreas que ocupa el zoológico, y qué se va a hacer con los animales. Es un temario complejo, lleno de detalles y raras derivaciones y ninguno de los que estaban conmigo sentados en el Salón Montevideo habría aceptado que eran insignificantes para la agenda política porteña. Llegado el momento, Lubertino dijo que también se discutía “qué significa para los humanos y las humanas poner animales en cautiverio”.
[Publicado en la revista Anfibia, continúa acá.]
Lubertino me sorprendió. Vestido negro, elegante, medias opacas, todo pensado en función de unos zapatos de excelente diseño y con un taco importante. No se la veía tan joven como sale en las fotos. Más bien bordeaba un marcada estética MILF, hablaba como una mujer televisiva y cultivaba una estudiada gestualidad de eficiencia a lo wedding planner. Antes de empezar pidió que le garantizaran la transmisión on line (y cuando la charla inició lo primero que hizo fue saludar “a los que nos están viendo por Internet”). La sala se llenó. Los invitados se acomodaron en la mesa. Eran tres: el diputado socialista –mandato cumplido– Julián D´Angelo, el abogado Pedro Kesselman y la activista Alejandra García. La misma Lubertino, como anfitriona, hizo un poco de historia oficial reciente, habló mal de las privatizaciones y presentó el tema a debatir. Lo que importaba: se vencía el período de la concesión actual del Zoológico de la Ciudad de Buenos Aires. Primera medida, se le planteó al ejecutivo que la renovación de la concesión pasara por la legislatura. Pero de ahí, siguió Lubertino, se comenzó a discutir sobre tres ejes. El destino del predio, el destino del patrimonio cultural, y el tema central de los animales, su cuidado y su “rol educativo-pedagógico”. Más fácil: si la concesión va a continuar en manos de una sociedad privada para su explotación comercial, qué se va a hacer con los edificios y las hectáreas que ocupa el zoológico, y qué se va a hacer con los animales. Es un temario complejo, lleno de detalles y raras derivaciones y ninguno de los que estaban conmigo sentados en el Salón Montevideo habría aceptado que eran insignificantes para la agenda política porteña. Llegado el momento, Lubertino dijo que también se discutía “qué significa para los humanos y las humanas poner animales en cautiverio”.
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