"La secta perseverante", por Horacio González

¿Por qué los chistes de Macedonio todavía hacen reír? La esencia profunda del humor consiste en la repentina desubicación de algo que parecía establecido. Macedonio desubica al lector al hacerlo reír en el acto de leer. Dirigiéndose al lector, dice: “¿Nota usted que continúo?”. Nos obliga a interesarnos por la imposibilidad de la realidad, pues ella siempre se abre para pensar sobre sí misma. La risa proviene de anular nuestra certeza inmediata de que estamos leyendo y súbitamente el escrito se convierte en un vacío que destruye su estabilidad ante nuestros ojos. El resultado es que la identidad del lector también se diluye. No hay nada que nos haga reír más –con una risa preocupada, reflexiva– que la ausencia de nuestro yo justamente cuando parece que nos sostiene en los momentos cruciales de la existencia. Por ejemplo, cuando estamos leyendo.
Es una anulación, por la vía del absurdo, de las relaciones entre acciones, cosas y existencias. Como resultado de este idealismo tan radicalizado, se produce un fenómeno paradójico. La realidad inmaterial, la conciencia inerte y la lectura mecánica adquieren una forma viva. Todo objeto inactivo o indolente comienza a pensar; todo sujeto vivo es absorbido por un texto. En Macedonio, existe la vida, pero en el interior de una dislocación entre el pensamiento y la acción. Y todo eso ocurre en la fuente primordial del conocimiento: el acto de lectura. Una lectura desquiciada, rota por dentro en su propia temporalidad.
El lector siente en carne viva esa lúcida extravagancia. Cree que es un sujeto frente a un objeto, cree que es un lector ante un texto, y de repente se ve transformado en un objeto más dentro de otro objeto, ese mismo texto, que se deshace ante él. Toda acción se hace inverosímil, un sueño sin sujeto, según las propias palabras de Macedonio. Se trata de una pedagogía que explora los límites del conocimiento. Si creo que voy a tener conciencia de lo que realmente hago cuando leo, si el acto de lectura está funcionando sin sobresaltos, Macedonio rechaza todo esto introduciendo una pedagogía conmovedora e imposible, que es la de hacer de la existencia una autorreflexión permanente. Su dificultad consiste en cavilar en un desdoblamiento infinito en las condiciones que hacen posible el pensamiento sobre el pensamiento. Este es el hueso de las pedagogías.

[Continúa acá.]



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