"¿Quién era Charlie?", por Dardo Scavino

El 5 de abril de 1971 apareció en la revista parisina Le nouvel observateur una solicitada redactada por Simone de Beauvoir y firmada por 343 mujeres del mundo de la política y la cultura –entre quienes se encontraban Marguerite Duras, Marthe Robert, Agnès Varda, Jean Moreau o Catherine Deneuve– en favor de la legalización del aborto y con este valiente intitulado: Je me fait avorter (Yo me hice un aborto). A la semana siguiente, Cabu –uno de los dibujantes asesinados la mañana del 7 de enero de 2015– se burlaba de los críticos del manifiesto con esta ilustración de tapa:

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“¿Quién preñó a las 343 guachas del manifiesto sobre el aborto?” “Lo hicimos por Francia”, respondía la caricatura de uno de los políticos opuestos a la interrupción de embarazos. La tapa tuvo tal repercusión que durante las manifestaciones que apoyaron la propuesta de legalización presentada por la gaullista Simone Veil –aprobada en diciembre de 1974– las pancartas contenían la leyenda Manifeste des 343 salopes, y hasta el día de hoy las feministas lo llaman así aunque las más jóvenes ignoren de dónde proviene el adjetivo.
Pero antes de la aprobación de esta ley, en diciembre de 1972, la revista mensual Hara-Kiri, escrita e ilustrada por la mayoría de los autores de Charlie Hebdo, celebraba la Navidad con esta tapa:

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Es que, desde los años ’60, Hara-Kiri y Charlie Hebdo encarnan lo que podríamos llamar el espíritu del Mayo Francés: una izquierda insolente, anárquica, blasfema y deliberadamente procaz, en la línea de los goliardos medievales, de la carnavalización rabelesiana y de los libertinos ilustrados.
El mensual Hara-Kiri va a dejar de publicarse en 1986. Pero a pesar de algunas disensiones internas, y de los conflictos suscitados por la asunción del ambiguo Philippe Val como director,Charlie Hebdo seguirá apareciendo hasta nuestros días con muchos de los dibujantes de los setentas y el mismo humor provocativo e impío, como ocurre con esta portada de hace un par de años en la que se burlaban de los católicos que se oponían al matrimonio homosexual:

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Me gustaría llamar la atención acerca de los artículos que aparecen anunciados en esta tapa. La primera nota –“Copé en la calle. Ficha práctica del manifestante de derecha”– está consagrada a una de las figuras más ruines del partido de Nicolas Sarkozy. Jean-François Copé participó de las manifestaciones organizadas por los fundamentalistas católicos contra el matrimonio homosexual con el claro propósito de birlarle algunos votos a la extrema derecha. Con el mismo propósito, Copé había suscitado un escándalo en los medios de prensa unos meses antes contando una anécdota en la cual dos niños de origen magrebí le robaban un pain au chocolat (una factura rellena con chocolate) a un niño “francés”. Posiciones como éstas van a convertirlo en uno de los blancos predilectos de Charlie Hebdo. La segunda nota –“Bloc identitaire. Breve fin de semana entre los blancos”– es una investigación sobre un grupo de extrema derecha, anti-judío y anti-musulmán, que participó en las mismas manifestaciones que Copé. La tercera es un testimonio sobre las torturas en las comisarías de Grecia en respuesta a las protestas de la izquierda por los ajustes económicos neoliberales impuestos por la comisión europea, manifestaciones estrechamente vinculadas con el surgimiento del partido Syriza. La cuarta es una investigación sobre una central nuclear bretona. Esta central había dejado de funcionar en 1985, pero su desmantelamiento había rebosado de anomalías, empezando por una contaminación accidental de las napas freáticas y terminando por una multiplicación por veinte del costo de los trabajos.
Pienso que estos dibujos y artículos son una muestra bastante representativa de la línea de Charlie Hebdo a lo largo de cuarenta años: libertarios, anti-fascistas, ecologistas y sobre todo sacrílegos, insobornablemente sacrílegos (hasta burlarse de esos mismos discursos libertarios, anti-fascistas y ecologistas…). Yo diría incluso que el semanario no cambió demasiado su línea editorial en todo ese tiempo. Cambió sobre todo el país y el mundo. En 1970 la religión era todavía el opio de los pueblos y una de esas calamidades que había asolado al mundo durante siglos. La blasfemia no se encontraba solamente del lado de la libertad de expresión sino también, y sobre todo, de la liberación de los humanos. Cuando Charlie se burlaba del cristianismo, del judaísmo o del islam, no estaba atacando a los creyentes sino, por el contrario, defendiéndolos de los charlatanes que los habían embaucado. Los vientos neoconservadores que empezaron a soplar a partir de los años ’80 desde los Estados Unidos volvieron ilegibles estas posiciones. La blasfemia dejó de percibirse como una aliada de la liberación y empezó a interpretarse como una hostilidad hacia un derecho fundamental de las minorías: practicar libremente sus cultos. Burlarse de las religiones significaba injuriar a los creyentes, lastimar el núcleo íntimo de su identidad. Esto explica por qué muchos medios norteamericanos –empezando por el New York Times– se negaron a mostrar en estos días las caricaturas de Charlie Hebdo con el pretexto de que resultaban insultantes para ciertas comunidades. Y cuando lo hicieron –como ocurrió en varios medios argentinos–, se limitaron a exhibir las caricaturas de la religión musulmana, llegando a hablar incluso de las “Tapas más controvertidas”, como si esta revista se dedicara exclusivamente a mofarse de los musulmanes franceses.
Y no. Las caricaturas de la religión musulmana no son las más frecuentes en Charlie Hebdo. Sólo fueron las más destacadas por algunos medios de comunicación desde hace algunos años. En febrero de 2006, en efecto, la redacción había decidido solidarizarse con el periódico danésJyllands-Posten cuyos dibujantes habían sido amenazados de muerte por algunas organizaciones islamistas debido a la publicación de caricaturas de Mahoma después de que un islamista asesinara al director de cine Theo van Gogh (un aliado de la extrema derecha holandesa de Pim Fortuyn). Los responsables del semanario francés tuvieron que compadecer en ese momento ante los tribunales debido a una denuncia de la Gran Mezquita de París, la Unión de las organizaciones islámicas de Francia y la Liga islámica mundial. La justicia terminó emitiendo un fallo favorable aCharlie Hebdo, pero en la noche del 1 de noviembre de 2011 una mano anónima arrojó cóctel molotov en el interior de la redacción que destruyó el mobiliario y los archivos. En septiembre de 2012 el semanario satírico volvió a publicar unas caricaturas de Mahoma que suscitaron una ola de protestas en el mundo musulmán y hasta la condena del primer ministro francés de la época, el socialista Jean-Marc Ayrault. Marine Le Pen, quien apenas unos meses antes le había iniciado juicio a la revista, decidió pronunciarse oportunamente en favor de la libertad de prensa.
A quienes aseguran que con sus caricaturas de Mahoma Charlie Hebdo se estaba volviendo cómplice de la política del “choque de civilizaciones” proclamada por el Departamento de Estado norteamericano después de la Guerra Fría, podría mostrarles centenas de contra-ejemplos. Pero sólo puedo limitarme a uno:

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Esta tapa denuncia la intervención de Francia en Mali con el pretexto de defender a la población del avance de los islamistas, y el presidente François Hollande aparece proponiéndoles esta alternativa a los malienses: “O la alfombra de oración… o la alfombra de bombas (el bombardeo)”. Y si observan el ángulo superior derecho de la tapa, pueden ver la publicidad de un suplemento, La vida de Mahoma: se trata de una historieta escrita por especialistas musulmanes e ilustrada por los dibujantes de la revista, realizada con el propósito de mostrar que las posiciones de Al-Qaida o Boko Haram no provenían de la prédica mahometana.
Sin embargo, todo esto no logró impedir la masacre del 7 de enero, ni va a impedir tampoco el vertiginoso avance de la extrema derecha, la misma que está sacando partido, paradójicamente, del asesinato de estos perseverantes anti-fascistas.

(Publicado en revista Panamá, 11/1/2015.)

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