DYLAN THOMAS: poemas
SI LOS FAROLES
BRILLARAN
Si los faroles
brillaran, el rostro santo se marchitaría
preso en un octógono
de insólita luz,
y todos los muchachos
del amor
se cuidarían de perder
la gracia.
Los rasgos de sus
íntimas tinieblas
están hechos de carne,
pero que venga el falso día
y que los labios de
ella pierdan sus ajados colores,
que el traje de la
momia muestre un antiguo pecho.
Me han dicho que
piense con el corazón
pero el corazón, como
el cerebro, conduce al desamparo;
me han dicho que
piense con el latido,
que cambie el ritmo de
la acción cuando el latido se acelere
hasta que en un plano
se confundan el campo y los tejados
tan rápido me muevo por desafiar al tiempo, el
caballero quieto
cuya barba se agita en
el viento de Egipto.
He oído el contar de
muchos años
y muchos años tendrían
que atestiguar un cambio.
Le pelota que arrojé
cuando jugaba en el parque
aún no ha tocado el
suelo.
HE ANSIADO ALEJARME
He ansiado alejarme
del siseo de la
mentira desgastada
del incesante grito de
los viejos terrores
que crecen más
terribles cuando el día
traspasa la colina y
entra en el mar profundo;
he ansiado alejarme
de la repetición de
los saludos,
porque hay fantasmas
en el aire
y en la página sonidos
fantasmales
y un tronar de
llamados y de notas.
He ansiado alejarme,
pero temo,
alguna vida, aun
intacta podría estallar
de la vieja mentira
que arde sobre el suelo
y crepitando en el
aire dejarme a medias ciego.
Ni por el miedo
antiguo de la noche,
el sombrero que se quita del pelo,
o los labios fruncidos
en el teléfono,
me harán caer ante la
pluma de la muerte.
No quisiera morir de
todo esto,
la mitad es
convención, la otra mitad mentira.
LA LOSA DECÍA LA FECHA
DE SU MUERTE
La losa decía la fecha
de su muerte.
Me detuve a la vista
de sus dos apellidos.
Una virgen casada
reposaba.
Se casó en este sitio
invadido de lluvias
que descubrí un buen
día por azar,
antes que en el regazo
de mi madre oyera
o viera en la caracola
del espejo
el hablar de la lluvia
a través de su frío corazón
y al sol asesinado en
su semblante.
No puede decir más la
gruesa piedra.
Antes de que ella se
tendiera en la cama de un extraño
con una mano hundida
entre su pelo,
antes que una lengua
lluviosa devolviera los golpes
a través de diabólicos
años y muertes inocentes
hasta llegar al cuarto
de algún hijo secreto,
oí decir más tarde
entre los hombres
que lloró al ver
desnudos
sus miembros ataviados
de blanco
y contemplar sus
colorados labios
ennegrecidos por los
besos;
que lloró en su dolor
con muecas en el rostro,
y que habló y lagrimeó
aunque sonriera su
mirada.
Yo que vi en una
rápida película
a esta loca heroína y
a la muerte
encontrarse una vez,
sobre un muro mortal
la oí hablar a través
del astillado pico
del pájaro de piedra
que la guarda:
“Morí antes que
llegara
la hora de ir al lecho
pero rugió mi vientre
mientras tanto
y sentí en la desnudez
de mi caída
una cabeza roja y
áspera que irrumpía llameante
y el amado diluvio de
su pelo”.
SIN TRABAJAR CON LAS
PALABRAS
Sin trabajar con las
palabras durante tres meses estériles
en el vientre
sangriento del año rico y la gran bolsa de mi cuerpo
censuro amargamente mi
oficio y mi pobreza:
Tomar, dar, eso es
todo, devolver lo que se da con hambre
soplar hacia los
cielos a través del rocío las libras del Maná,
el bello don de la
charla rebota contra una vara ciega.
Elevarse, alejarse de
la riqueza humana es gustar a la muerte
que al fin arrasará
con los dineros del aliento marcado
y contará los misterios
robados, traicionados en una maligna oscuridad.
Rendirse ahora es pagarle
dos veces a ese ogro insaciable.
Bosques antiguos de mi
sangre, precipitáos a la cuenca de los mares
si me pongo a quemar o
resarcir el mundo lo cual es la tarea de cada uno de los hombres.
Dylan Thomas, Poemas completos. Traducción de
Elizabeth Azcona Cranwell. Corregidor, Buenos Aires, 2012.
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