"La pelea por un lugar en el cielo", por Macelo Cohen

Publicado en Otra Parte Semanal 2/4/2014, aquí el texto completo.

Como proviene del catasterismo, el protocolo para estelificar un humano requiere que sea, si no un dios, un héroe. Se necesita un relato mítico —con sus posibles variantes—, y si el candidato no ayuda hay que esbozarlo por él. Esto es lo que acometieron los mentores intelectuales de la ciudadanía identificada con el fiscal Nisman. El rabino Bergman, el arzobispal Nelson Castro y el filósofo republicano Kovadloff, impacientes con las dificultades de la investigación judicial, madrugando a todo diagnóstico un poco fiable de un episodio siniestro —uno de esos misterios de la ciénaga sistemática que supera a cualquier gobierno, y a la vez un enigma de esas reacciones humanas en el límite mejor sondeadas por la literatura y los saberes de la psique—, lo declararon de facto héroe, profeta y mártir, para cumplir con todas las religiones. Pero la aceleración de los tiempos de las ciberfinanzas les birló el impulso, y un sinfín de chismes laterales e imágenes vulgares, sumados a los wikileaks, lanzaron al desdichado Nisman a ese anexo barato del firmamento en donde el agarre es dudoso y el brillo, un parpadeo. Así que mientras el Nisman humano y muerto todavía es asunto de los exhaustivos, intrincados trabajos de la justicia —que allegados a Nisman no se privan de enturbiar—, por mucho que los nismanistas probos sigan plañendo, orando, practicando sus misterios paganos, vociferando o lo que los inspire, nosotros, otros miembros del público, los que esperamos saber, podríamos aprovechar la ocasión para interesarnos de una vez por todas por las relaciones entre la conducta privada, la esfera de lo político, la emancipación, las pasiones populares y la estelificación inmediata.
Lo digo porque, siguiendo con las asociaciones, mis limitados estudios de campo recientes arrojan: un Centro Cultural Néstor Kirchner en Córdoba, un Centro Cultural Kirchner a punto de inaugurarse (el 25 de mayo) en el viejo edificio del Correo Central de Buenos Aires, una autovía Néstor Kirchner en Chubut, varias casas Kirchner en todo el país, una represa Néstor Kirchner en Santa Cruz, un monumento a Néstor Kirchner en Río Gallegos, otro en Quito, un distribuidor vial Néstor Kirchner en Vicente López; y acá me detengo. No tengo la menor gana de entorpecer el juicio sobre la obra de Kirchner. Al contrario: pienso que la cantidad de materia y fe invertidas en la elevación de un nombre es inversamente proporcional a la confianza real en que la obra del hombre pueda desarrollarse. Si es cierto que los países necesitan lecturas de la historia para proyectar el futuro, antes que sostener con más monumentos la estelificación de Kirchner en un cielo superpoblado de astros de ocasión, donde acaso tenga que codearse con Frank Underwood, partidarios, militantes, sectarios, hinchas e incluso votantes circunstanciales podrían conformarse, de momento, con la dolida muestra de afecto multitudinario en su funeral. Los Foros por una Nueva Independencia que el secretario Ricardo Forster organiza en todo el país podrían intercalar en las habituales mesas sobre el nombre, la emancipación o la diversidad alguna sobre cómo romper el continuo entre discurso del teatro político y formas de plató, tan visible en la chismorrea del periodismo político de hora pico como en la entrega de gente de Estado a simpatías de farándula. La estelificación consuma el robo del cielo por el capitalismo de la inmediatez. Kirchner fue un reformista sagaz con cuentas a saldar con un pasado de militancia; una encarnación providencial de la razón populista que teorizó Ernesto Laclau; un urdidor de esa hegemonía que, en palabras de Jorge Alemán —el intérprete con más densidad del programa kirchnerista— es el “real” de toda construcción política y base de cualquier contraexperiencia del capitalismo. Aparte de esto, con todo y sus trapicheos, sus alianzas intolerables, su acopio de inmuebles, el desperdicio de un capital político amplio y la defenestración de aliados considerables, no veo que otro presidente en décadas haya encarado con más decisión a los propietarios del país, ni se obligara más a mitigar varias formas de sufrimiento. Otra cosa es que fuese un héroe de la superación del capitalismo. “La emancipación”, dice Alemán, “es una apuesta sin garantías que no dispone de ninguna fórmula a priori de desconexión del capital y que por lo tanto no presenta un sujeto constituido, ya que él mismo debe advenir”.De acuerdo: de la emancipación mejor hablar con más detenimiento. Pero en principio, de un sujeto emancipado yo esperaría que no viera en el cielo más que las estrellas de los astrónomos, nubes, chingolos, golondrinas.

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