/// Para una crítica emancipatoria ///


FERNÁNDEZ-FERNÁNDEZ o MACRI-PICHETTO  
Para una crítica emancipatoria 

No hay intelectuales sino cuestiones intelectuales: éstas son los nudos irresueltos y problemáticos que contiene toda sociedad. Pero más que contenerlos, definen qué es lo social. Ese extendido conflicto que exhibe a veces las galas de triunfo de la desigualdad y la injusticia y otras veces, la respuesta reparadora de los pueblos latinoamericanos cuando de ese modo se constituyen. Esto, por lo pronto, es lo que vemos en la sociedad en que vivimos, con su gobierno macrista insolente con las desdichas populares, indiferente ante la pérdida de autonomía del país y neciamente sarcástico con los que intentan revertir la decadencia y la humillación de millones de personas. Un primer nudo conceptual que debe atraer la atención es saber si lo que llamamos capitalismo ya es un horizonte completo de las prácticas humanas, que sólo toleraría un débil ámbito democrático, apoyado en instituciones igualmente débiles que ya no se corresponderían con las formas históricas del Estado, administradas a la manera de marionetas, y no según criterios más decisivos de igualdad y justicia. Pero vinculado a esto, puede pensarse en otra posibilidad: si acaso el capitalismo no está aún sometido a una última manifestación de su dialéctica interna, que lo convierte en un terreno de luchas para forjar nuevas relaciones sociales emancipadas, donde la circulación financiera y la supuesta cancelación de toda historicidad puedan ser refutadas por movimientos sociales de reconstrucción de una vida autogobernada. Estos son los que llamamos nudos o problemas intelectuales: cómo elaborar el punto de fusión entre demandas públicas de carácter cívico, social, feminista, gremial o de reinvención de las condiciones mismas de la existencia colectiva. Otro nudo es cómo hoy se sustrae la formación de la opinión a lo que durante el capitalismo clásico se siguió considerando la conciencia racional autocentrada, de donde surgía  el sujeto del contrato social. Afrontamos y confrontamos un neocapitalismo multiplicado en sujetos que son prolongación y creación de poderes previos. Poderes que oscuramente se desean y solicitan. Sin saber que en ellos reside la fuerza intangible que fabrica individuos que apuestan su fe a los mismos procedimientos que les sustraen su libertad. Estos y otros nudos de similar magnitud son la medición de la vida colectiva por nociones de riesgo país o de operaciones financieras mundializadas, legales e ilegales  a la vez. Problemas tan fundamentales, que por eso mismo no son considerados ni de lejos en la solicitada de los intelectuales macristas. Naturalizan y deshistorizan un mundo quebrado por la irrupción de los nuevos poderes clandestinos, que adoptan la forma de manipulación bio-tecnológica. ¿No se percibe la misma lógica de sentido en las maquinarias financieras, comunicacionales y bélicas? ¿Y creen los firmantes que eso deja lugar para instituciones que garantizan el libre albedrío y el goce de derechos ya establecidos? ¿No ven todo indicio de reflexión borrarse cuando salen de Macri esas palabras lechosas? En vez de ver los condicionamientos que la razón instrumental financiera global inflige a los pueblos, declaran que ahora sí “los medios públicos” no reflejan intereses partidarios. Y sin embargo estamos en la época en que más los reflejan. Solo que ya no se llaman partidarios, sino corporativos, financieros, policíacos y represivos. Creemos que estamos en lo cierto: no hay intelectuales. Hay problemas de fondo que exigen recursos intelectuales para resolverse. Quienes piensan aquellas tamañas banalidades sobre los medios, se hallan más que nunca en la voraz carrera por la sumisión de las conciencias públicas en una uniformidad idólatra. Esto lo escribimos quienes vamos a apoyar una fórmula para impugnar y combatir el antihumanismo neoliberal. En la fórmula Fernández-Fernández, en su compleja configuración, converge el plasma crítico de un conjunto de problemas y núcleos inciertos de la vida social argentina. El examen crítico de estas cuestiones, a fin de resoluciones comunitarias y socialmente avanzadas, es lo que nos hace, más que intelectuales, partícipes de las invenciones y controversias colectivas llamadas intelectuales. Al revés de quienes suponen serlo a priori para después opinar, otorgándose una autoridad que tropieza de inmediato con la ausencia de cualidades de lo que defienden. Esto los coloca en la franja de los lenguajes que no alcanzan a descubrir todos los supuestos que destilan, esa "vida de derecha" que sabe apelar a una neutralidad que los abandona apenas la pronuncian. Tales ausencias en quienes se designan personas que actúan dentro de lo específico de un saber, confirman que no hay intelectuales, sólo hay problemas intelectuales, nudos a resolver.  El de nuestro país consiste en crear las condiciones para salirnos de la imposibilidad de pensar la historia, la justicia y una sociedad sin coacciones. Esa imposibilidad hoy lleva el nombre del macrismo.  


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