“Fracasa de nuevo. Fracasa mejor”, por Jimena Néspolo
Sobre la idea del comunismo. Alain Badiou, Toni Negri, Jacques Rancière, Slavoj Žižek y otros. Analía Hounie (comp.) Paidós, Buenos Aires, 2010. 249 págs.
¿De qué hablamos cuando hablamos de literatura? ¿De qué, cuando hablamos de filosofía o de pensamiento? Pregunta idiota -si las hay- pues, como se sabe, no invita más que al rodeo, a la interdicción, a la hecatombe de los axiomas, los sentidos o las perogrulladas en red que hacen de la forma la bandera del contenido, que confunden medio con fines, factura con estilo y se venden espléndidas al color de la temporada. Una pregunta que ciertamente provoca, pero no tanto como la palabra “Comunismo”, la cual –sospecho– hace temblar hasta a las mismísimas orejas del Príncipe Carlos y de su sosías español. La interrogación, entonces, sobre la idea comunista en tanto concepto filosófico, a partir de una tesis polémica y precisa, a saber: “De Platón en adelante, el comunismo es la única Idea política digna de un filósofo”, extraída del libro de Badiou De quoi Sarkozy est-il le nom? fue -según informa Hounie- el leit motiv del encuentro que se celebró en la universidad londinense de Birkbeck School of Law, en marzo de 2009, encuentro del que surge esta compilación de textos.
Pero hablábamos de provocaciones y de balbuceos, y en este sentido quiero subrayar una cita tres veces mencionada a lo largo de los textos y es ésta de Beckett de su obra Rumbo a peor: “Inténtalo de nuevo. Fracasa de nuevo. Fracasa mejor.” Y la insistencia de por qué es preciso mantener el nombre Comunismo (“un nombre potente que sirve como la Idea que guía nuestra actividad, tanto como el instrumento que nos permite exponer las catástrofes de las políticas del siglo XX, incluidas las de la izquierda”, se indica en el Prólogo) y el hecho de que quince de los más importantes filósofos contemporáneos se hayan reunido con este fin en una Europa cada vez más autista y aburrida de cantarle a sus murallas, nos indica sin duda la relevancia del gesto.
Žižek, uno de los organizadores del encuentro (junto a Badiou y Costas Douzinas), señala en “Cómo volver a empezar… desde el principio” que la lógica capitalista de cercar la propiedad común ha llevado a la humanidad al límite de la autoaniquilación y que esta referencia a la “ciudadanía global” y el “bien común” es lo que justifica la resurrección de la noción de comunismo. Así, la creciente amenaza de catástrofe ecológica, la inadecuación de la noción de propiedad privada aplicada a la llamada “propiedad intelectual”, las implicaciones socioéticas de los nuevos desarrollos tecnocientíficos (especialmente en el campo de la bioética), las nuevas formas de aparthheid y marginalidad, señalan la urgencia de delimitar el dominio de lo que Hardt y Negri llaman “lo común”, la sustancia compartida de nuestro ser social, cuya privatización en haras del beneficio del capital privado debe ser absolutamente resistido. En esta coyuntura no hay lugar para el silencio –señala Terry Eagleton–, el “Preferiría no hacerlo” del Bartleby de Melville, ya no implica sólo dejadez, pesimismo o cobardía, el silencio o la abstinencia se traduce hoy en inicua complicidad.
La intervención de Jacques Rancière, autor de El maestro ignorante. Cinco lecciones de emancipación intelectual, hace referencia por su parte a la necesidad de reivindicar el potencial igualitario de la inteligencia común a fin de que los sujetos tomen conciencia de su capacidad transformadora. Este ataque a la lógica de la ilustración capitalista, que distribuye roles, asigna jerarquías e imparte saberes supone también un llamado de atención sobre la misma naturaleza del evento y explica -por ejemplo- por qué ninguna de las intervenciones trabaja puntualmente sobre el gobierno de las Comunas en los llamados “nuevos populismos latinoamericanos”. En esta línea, y frente al ambientalismo de barricada de Žižek, la breve intervención de Gianni Vattimo subraya que los modelos violentos y autoritarios deben ser cuanto antes reemplazados por un “comunismo débil” que construya el cambio a través de una positividad anárquica y realista.
El texto de Wang Hui es sin duda uno de los más interesantes del volumen puesto que explica la absoluta paradoja de que Comunista sea el nombre del partido que gobierna la nación más populosa y una de las mayores potencias capitalistas del planeta. Recuerda así que el concepto de neoliberalismo no se utiliza solamente en el contexto de los países democráticos occidentales, el primer gran experimento con la formación de un Estado neoliberal se hizo en Chile luego del golpe militar de Pinochet…
Para finalizar –ya que las orejas del Príncipe Carlos ahora, más que temblar, amenazan con hacer levantar vuelo a toda la Monarquía– quisiera citar las palabras con las que Raymond Williams finaliza Cultura y sociedad 1780-1950: “Tenemos que asegurar los medios de vida y los medios de comunidad. Pero qué habrá de vivirse luego con esos medios es algo que no podemos saber ni decir.”
¿De qué hablamos cuando hablamos de literatura? ¿De qué, cuando hablamos de filosofía o de pensamiento? Pregunta idiota -si las hay- pues, como se sabe, no invita más que al rodeo, a la interdicción, a la hecatombe de los axiomas, los sentidos o las perogrulladas en red que hacen de la forma la bandera del contenido, que confunden medio con fines, factura con estilo y se venden espléndidas al color de la temporada. Una pregunta que ciertamente provoca, pero no tanto como la palabra “Comunismo”, la cual –sospecho– hace temblar hasta a las mismísimas orejas del Príncipe Carlos y de su sosías español. La interrogación, entonces, sobre la idea comunista en tanto concepto filosófico, a partir de una tesis polémica y precisa, a saber: “De Platón en adelante, el comunismo es la única Idea política digna de un filósofo”, extraída del libro de Badiou De quoi Sarkozy est-il le nom? fue -según informa Hounie- el leit motiv del encuentro que se celebró en la universidad londinense de Birkbeck School of Law, en marzo de 2009, encuentro del que surge esta compilación de textos.
Pero hablábamos de provocaciones y de balbuceos, y en este sentido quiero subrayar una cita tres veces mencionada a lo largo de los textos y es ésta de Beckett de su obra Rumbo a peor: “Inténtalo de nuevo. Fracasa de nuevo. Fracasa mejor.” Y la insistencia de por qué es preciso mantener el nombre Comunismo (“un nombre potente que sirve como la Idea que guía nuestra actividad, tanto como el instrumento que nos permite exponer las catástrofes de las políticas del siglo XX, incluidas las de la izquierda”, se indica en el Prólogo) y el hecho de que quince de los más importantes filósofos contemporáneos se hayan reunido con este fin en una Europa cada vez más autista y aburrida de cantarle a sus murallas, nos indica sin duda la relevancia del gesto.
Žižek, uno de los organizadores del encuentro (junto a Badiou y Costas Douzinas), señala en “Cómo volver a empezar… desde el principio” que la lógica capitalista de cercar la propiedad común ha llevado a la humanidad al límite de la autoaniquilación y que esta referencia a la “ciudadanía global” y el “bien común” es lo que justifica la resurrección de la noción de comunismo. Así, la creciente amenaza de catástrofe ecológica, la inadecuación de la noción de propiedad privada aplicada a la llamada “propiedad intelectual”, las implicaciones socioéticas de los nuevos desarrollos tecnocientíficos (especialmente en el campo de la bioética), las nuevas formas de aparthheid y marginalidad, señalan la urgencia de delimitar el dominio de lo que Hardt y Negri llaman “lo común”, la sustancia compartida de nuestro ser social, cuya privatización en haras del beneficio del capital privado debe ser absolutamente resistido. En esta coyuntura no hay lugar para el silencio –señala Terry Eagleton–, el “Preferiría no hacerlo” del Bartleby de Melville, ya no implica sólo dejadez, pesimismo o cobardía, el silencio o la abstinencia se traduce hoy en inicua complicidad.
La intervención de Jacques Rancière, autor de El maestro ignorante. Cinco lecciones de emancipación intelectual, hace referencia por su parte a la necesidad de reivindicar el potencial igualitario de la inteligencia común a fin de que los sujetos tomen conciencia de su capacidad transformadora. Este ataque a la lógica de la ilustración capitalista, que distribuye roles, asigna jerarquías e imparte saberes supone también un llamado de atención sobre la misma naturaleza del evento y explica -por ejemplo- por qué ninguna de las intervenciones trabaja puntualmente sobre el gobierno de las Comunas en los llamados “nuevos populismos latinoamericanos”. En esta línea, y frente al ambientalismo de barricada de Žižek, la breve intervención de Gianni Vattimo subraya que los modelos violentos y autoritarios deben ser cuanto antes reemplazados por un “comunismo débil” que construya el cambio a través de una positividad anárquica y realista.
El texto de Wang Hui es sin duda uno de los más interesantes del volumen puesto que explica la absoluta paradoja de que Comunista sea el nombre del partido que gobierna la nación más populosa y una de las mayores potencias capitalistas del planeta. Recuerda así que el concepto de neoliberalismo no se utiliza solamente en el contexto de los países democráticos occidentales, el primer gran experimento con la formación de un Estado neoliberal se hizo en Chile luego del golpe militar de Pinochet…
Para finalizar –ya que las orejas del Príncipe Carlos ahora, más que temblar, amenazan con hacer levantar vuelo a toda la Monarquía– quisiera citar las palabras con las que Raymond Williams finaliza Cultura y sociedad 1780-1950: “Tenemos que asegurar los medios de vida y los medios de comunidad. Pero qué habrá de vivirse luego con esos medios es algo que no podemos saber ni decir.”
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