LA CABEZA DEL MUERTO

VI

Antes de que un mes cumpliera Lorenzo

en el horario de sus penas tales

la niña irrumpe de carmín y chales,

al son del corazón de aquel lobezno.



¿Qué fulgores hechiceros, extraños,

encienden de pronto aquestas mejillas?

¿Qué hecatombe desbarata sillas?

¡Mil ángeles bajando por los paños!



¿Fue un tornado lo que entonces ví

yo –simple elfo– esa tarde hermosa

que bañó al desierto en rojo carmesí?



¿Fue el dado del amor en pensamiento

–ahora pregunto desde mi rosa–

que selló con su luz mi entendimiento?

 

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