FORO INTERNACIONAL: DESGRABACIÓN-IÑIGO ERREJÓN


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Foro Internacional "Emancipación e igualdad"
Día 1, Mesa 2 / América Latina y Europa en espejo
Iñigo Errejón

Muchas gracias a los organizadores del Foro por la invitación. Gracias al Ministerio de Cultura. Gracias a la Argentina por recoger el testimonio de estos foros que son verdaderos arsenales de ideas en el momento en que más falta hace. Gracias a quienes me acompañan en la mesa, que tengo el orgullo no sólo de decir que son referentes, sino que son compañeros. Gracias también a todos los asistentes, a todos los militantes, a todos los compañeros. Gracias y un saludo particular a quienes nos están viendo desde streaming también en España. Por primera vez venimos con la cabeza alta a decir que nosotros no nos resignamos.
Cuando decimos "América Latina y Europa en el espejo" no estamos diciendo calco ni copia. No estamos diciendo la exposición de modelos que van a ser directamente importados. Estamos diciendo, por primera vez, y eso es un fenómeno sí nítidamente revolucionario, la posibilidad de diálogo. La posibilidad de venir al sur, aquellos que también somos del sur, de un trozo de sur en el norte, de venir al sur, no a poner etiquetas, sino a discutir, a dialogar e intercambiar experiencias. PODEMOS no habría sido posible sin el inmenso arsenal de conceptos, de análisis, de pensamiento y de coraje que lleva quince años demostrando América Latina.
Sin embargo, afrontamos tareas muy diferentes. Si aquí la batalla fundamental es consolidar, sedimentar, hacer irreversible, hacer institución, hacer vida cotidiana de las transformaciones de época para que no dependan de una victoria electoral o de otra, para que se constituyan ya en un suelo mínimo de la convivencia que ni siquiera los adversarios puedan revertir, en Europa estamos en otro momento político. En Europa estamos precisamente en el momento de la apertura, de la capacidad de construir una fuerza política que altere los equilibrios viejos y que le devuelva las instituciones a la gente, a las mayorías sociales, toda vez que es verdad que aunque las instituciones se siguen determinando, en algunas de ellas, por el voto popular, ha habido una dinámica oligárquica que las ha venido secuestrando. Esto es, los ciudadanos claro que votábamos cada cuatro años, pero eso no era el elemento deter minante para ver cómo iban a funcionar las instituciones y al servicio de quién. Se ha producido todo un fenómeno de secuestro de la soberanía popular por unos poderes financieros emancipados de cualquier capacidad de control ciudadano. Y nosotros hemos dicho que es muy importante que se vote, son muy importantes los derechos civiles, claro que son importantes, son siempre nuestra gente, siempre la gente humilde la que los conquista luchando. Pero no basta con eso para que haya democracia. Para que haya democracia tiene que haber condiciones reales para la gente corriente que no tiene amigos poderosos, que no es privilegiada. Condiciones de conseguir que las instituciones funcionen para el interés general. Que la disputa política esté abierta también para aquellos que no son poderosos. Que las condiciones de vida aseguren que los ciudadanos no tengan que vivir con miedo. Y que si no se dan estas condiciones, no hay demo cracia. Nuestra tarea, por tanto, es la tarea, de nuevo, de invención democrática, de apertura, de construcción de un poder popular que sea capaz de revertir unas cuantas décadas de intento de cancelar la política. De girar unas cuantas décadas de imaginación conservadora, luego me referiré a ello, que creyó que en Europa se podía desterrar la política. Esa imaginación conservadora que creyó que Europa había llegado --y además se ufanaba de ello con arrogancia--, a un nivel de modernidad tal que nosotros ya no nos emocionamos con la política.
En Europa no discutimos de cuestiones tan sustancialmente diferentes: discutimos de matices entre gestores que tienen la corbata azul o que tienen la corbata roja. Pero lo fundamental, la discusión política, la pasión, los afectos, la confrontación de ideas y de proyectos, eso ya está afuera. Nosotros ya habríamos iniciado un tiempo plano de la gestión, un tiempo en que la política no es más que la administración de las cosas, siendo las grandes decisiones tomadas fuera de la esfera pública, y por tanto fuera de la capacidad del alcance de la gente corriente. Esta utopía conservadora, que durante un tiempo no sólo se ha mirado dentro de Europa, sino que también se ha permitido dar lecciones hacia fuera y decir "Ustedes todavía se emocionan con la política y gritan y a veces cantan y a veces lloran y confrontan ideas. Pero eso es porque no son suficientement e maduros. Eso es porque no han alcanzado un grado suficiente de madurez política".
Bien, esa utopía conservadora hoy se resquebraja en Europa, en un momento en que vuelve la hora de la política. Y al mismo tiempo que se resquebraja, muestra que la democracia no es el fruto de un acuerdo fundamental sobre el conjunto de las cuestiones (y que las cuestiones las gestionen técnicos), sino que la democracia es fundamentalmente la posibilidad de defender proyectos diferentes. La posibilidad de que existan canales para que incluso los más humildes a veces se puedan convertir en mayoría y puedan girar las instituciones para ponerlas al servicio de sus necesidades.
Quiero contarles y compartir con ustedes, si acaso como un agradecimiento por todo el calor que estamos recibiendo estos días, pero también como una manifestación de afecto y de cariño de los miles y miles que en España ya no se resignan. Yo quiero compartir una parte de la situación política en España, en un momento decisivo para nuestra historia, que creemos que es también decisivo para Europa. Para entender la situación política en España tenemos que partir de un diagnóstico profundo que, cuando lo decimos hace ruido. Pero que creemos es el que mejor describe lo que está sucediendo en nuestro país. Tenemos que partir de la situación de crisis orgánica del régimen político nacido en 1978. Esto es, del agotamiento de un ciclo político abierto por la Constitución de 1978, del agotamiento de sus actores fundamentales, de sus cons ensos fundamentales, de sus instituciones principales, de sus certezas, y también de un tipo de articulación social, de un tipo de bloque de poder que ha regido la vida de nuestro país durante los últimos 35 años.
Me apuntaba para tratar de ser más ordenado por lo menos siete elementos de esta crisis orgánica. No se preocupen que son siete pero solo los enuncio. En primer lugar, un elemento de ofensiva oligárquica. Cuando nosotros hablamos de crisis orgánica del régimen político en España, no estamos hablando de una irrupción revolucionaria que habría roto los compromisos. Lo que estamos hablando en primer lugar es de un proceso por el cual han sido los privilegiados los que han roto el contrato social vigente, lo que marcó el escenario de convivencia desde los contratos sociales de posguerra después de la Segunda Guerra Mundial. Es decir, una situación por la cual los privilegiados han dado por descontados los elementos de garantías y de acuerdo social. Han avanzado sobre las posiciones de los subalternos en el Estado, concentrando como nunca en las últimas tres décadas mayor re nta, poder y capacidad de decisión política en la cúspide de la pirámide, y deparando mayor empobrecimiento que en las últimas tres décadas para la mayoría de la población. Así que en primer lugar, una ruptura de los compromisos, una ruptura del acuerdo por parte de los sectores privilegiados.
En segundo lugar, el desprestigio de los actores políticos fundamentales, pero también la pérdida de cohesión de las élites. Uno de los mejores termómetros del tiempo político en España es el desprestigio acelerado de las élites tradicionales y de sus partidos, que aún todavía consiguen unas cantidades muy importantes de votos, pero que es un voto que comienza a verse escindido de la identificación. Es una suerte de voto cínico: "Bueno, yo voto pero ya no me lo creo. Voto, pero no me ilusiona. Voto, pero no me entusiasma". Ésta es una situación que les será conocida. Esa situación por la cual los que mandan todavía mandan, pero no son capaces de articular en torno a sí el consenso mayoritario de la sociedad, o de representar las esperanzas de avance, de progreso, de la mayor parte de la población. Pero también, y es muy importante, la pérdida de cohesión de las élites. Las élites en España, desde hace algunos años, han dejado de comportarse como un cuerpo homogéneo, y han empezado a vivir un proceso de descomposición y de desagregación, casi de comportamiento corporativo egoísta, de "sálvese quien pueda", como si hubieran empezado a percibir que efectivamente hay un ciclo político que se cierra, y que lo que hay que hacer es acelerar el uso patrimonial de las instituciones, acelerar el qué puedo llevarme yo durante el tiempo que está en el servicio público. Pero eso también impide a los actores dominantes articular planes de largo plazo, les impide pensar estratégicamente, les impide lanzar proyectos de medio o de largo recorrido toda vez que están atrapados en una suerte de desagregación corporativa.
En tercer lugar, la propia crisis de las instituciones y del Estado de derecho. Estamos viviendo en España una situación por la cual una buena parte de los representantes políticos tienen cada vez más problemas con el normal funcionamiento del Estado de derecho, y por la cual hay instituciones tradicionalmente conservadoras y afectas al bloque dominante que, solo el hecho de hacer normalmente su trabajo, les coloca frente a una buena parte de los entramados mafiosos que durante este ciclo político engrasaron y pusieron en conexión el sistema de partidos y el sistema económico. Para una buena parte de las instituciones de los servidores públicos en España, solo el hecho de desarrollar normalmente su trabajo les coloca objetivamente enfrente de un conjunto de tramas mafiosas que durante mucho tiempo le regalaron o le entregaron lo público a manos privadas.
En cuarto lugar, la crisis de un modelo de desarrollo que con las turbulencias financieras se ha mostrado extraordinariamente débil. La crisis de un modelo de desarrollo que expulsa a sus mejores jóvenes, a sus jóvenes más formados, porque no tiene producción de alto valor añadido en España, pero que acepta servilmente, casi felizmente, un papel de periferia europea de servicios de bajo valor añadido, de poca economía del conocimiento, de la construcción de las actividades especulativas, de las actividades turísticas, compitiendo en una especie de espiral nefasta. Compitiendo por abajo, no intentando competir por arriba sino compitiendo en devaluación salarial, en devaluación de derechos, en menos costes de garantías sociales, de servicios públicos. La crisis de este modelo de desarrollo, que se manifiesta fundamentalmente en que para los planes de los poderosos ahora m ismo sobra un tercio del país en España. Tenemos un gobierno que ahora se está ufanando de que los datos comienzan a funcionar y que empieza a haber una cierta recuperación económica. Nosotros sabemos que eso no es así, que cuando dicen que España se financia más barato, tiene que ver fundamentalmente con la caída de los precios del petróleo y con una política de expansión monetaria del Banco Central que es exactamente todo lo contrario de lo que la austeridad recomendaba. Y también, que cuando dicen que creamos empleo lo que dicen es que se han devaluado tanto las condiciones laborales, que donde había un empleo de 900 euros hoy hay dos empleos de 450 euros, que es todo el misterio del milagro de la recuperación española. Pero, fundamentalmente, un modelo al que le sobra un tercio de la población, y al otro tercio le dice "Vas a tener que esperar, es posible que a tu generación le haya tocado ser una generación perdida".
En quinto lugar, la crisis de las promesas de certidumbre y de ascenso social. Y esto es muy importante, en términos políticos, en España. La crisis de la promesa o la quiebra de esta idea por la cual cada generación viviría mejor que la anterior y, por tanto la pérdida, muy importante para el caso de los sectores medios, de esa certidumbre por la cual la obediencia al conjunto de normas y de itinerarios y de trayectorias que había que seguir era recompensada con el ascenso social individual. En el momento en que eso se ha quebrado, la oligarquía se ha visto en crecientes dificultades para articular en torno a sí a una serie de sectores sociales que no jugaban un rol protagónico pero que eran centrales en el mantenimiento del viejo bloque de poder, y que hoy encuentran muchas menos razones para su lealtad al orden existente.
En sexto lugar, Europa. La importancia de Europa. Hablábamos antes de la vuelta de la política a Europa. Y también, con la vuelta de la política, de la ruptura de la excusa que para muchos sectores o que para muchos de nuestros malos gobernantes constituía Bruselas. "No se puede hacer otra cosa porque viene de Bruselas". "Estos son los deberes que vienen de Bruselas, si no hacemos esto vamos a caer en un pozo de atraso, de pobreza, de caos". Cuando han sido exactamente las políticas dictadas por Bruselas las que nos han sumido en un pozo de pobreza, de atraso, de caos, en una situación en la que ya hemos comprobado, y la situación de Grecia ha demostrado, que eran mentira todas las razones por las cuales debíamos adoptar las políticas de austeridad. En España las políticas de austeridad supuestamente tenían, en primer lugar, dos objetivos: un o, que estuviéramos en mejores condiciones de pagar la deuda. La deuda no ha parado de crecer y es mucho mayor que al inicio de las políticas de austeridad, superando el 100 % del PBI. Dos, que estuviéramos en condiciones de crear empleo, lo que hemos hecho ha sido una masiva destrucción del empleo y de horas trabajadas expulsando a una buena parte de nuestra población y repartiendo la miseria, colocando a España en una situación de ser un país más desigual, pero también con muchas más dificultades para crecer, para producir un futuro digno. Y ahí la esperanza, la situación griega ha sido una situación que ha demostrado hasta qué punto no era solo que las políticas fueran injustas, era también que las políticas era ineficaces. Hemos visto al conjunto de los poderes europeos ponerse muy nerviosos con respecto a la situación política en Gr ecia, con respecto a la posibilidad de cambio político en Grecia. Creemos que la situación política en Grecia demuestra al menos dos cuestiones. Demuestra en primer lugar que hay un colapso institucional. A nosotros nos preguntan muy a menudo si nosotros somos euroescépticos o si estamos contra la idea de Europa. Decimos que quien ha llevado el proyecto de integración europea a la catástrofe y al colapso han sido las élites financieras, los lobbies, que han secuestrado a la soberanía popular. Decimos que si el sueño europeo era algo, era el sueño de la libertad, de los derechos humanos. El sueño de que sus ciudadanos no tuvieran que vivir con miedo. El sueño de la protección social. Ésas eran algunas de las razones por las que acaso tendría sentido en otro momento haberse sentido orgulloso de ser europeo. Y ésas son exactamente las razones sacrificadas en un proyec to de integración europeo que no tiene frenos, que es esencialmente caótico, que ha sido mal diseñado y que hoy se coloca frente a un callejón sin salida. En una Europa de dos velocidades, en la que las recetas de una Alemania, ya cada vez más solitaria, son cada vez más nefastas, no solo para los países de la periferia, en primer lugar para los países mediterráneos, sino para el conjunto del proyecto europeo. Y el segundo hecho es el hecho del margen de la política. Con la recuperación en Grecia de un gobierno patriótico, de un gobierno popular, puesto al servicio de su gente, se ha evidenciado hasta qué punto sí había margen. Nuestro presidente, el presidente Rajoy, acudió a Grecia, acudió a Atenas a hacer campaña por Samaras, consiguiendo que Samaras fuera derrotado. Y acudió a hacer campaña por Samaras porque era consciente, o porque quería representar de cara a los españoles que la primera batalla política de cara a las elecciones generales en España se libraba en Atenas. Llevaba mucho tiempo diciéndonos que nosotros no éramos Grecia, y nosotros le decíamos: cuidado que las políticas aplicadas a Grecia conducen a Grecia. Y decía: "No, España no es Grecia. España es un país diferente y una situación diferente". Y conforme se acercaban las elecciones intentaron decir efectivamente que el camino de Grecia era el camino que nos esperaba si cometíamos la osadía de cambiar las políticas que se habían manifestado ineficaces. Los compañeros griegos, los compañeros de Syriza, nos dicen que los más crueles, los más rígidos, los más duros y los más miserables, contra la posibilidad del gobierno griego de negociar mejores condic iones para su pueblo, está siendo en primer lugar el gobierno español. Y para nosotros ése es un primer motivo de vergüenza, porque es un gobierno que no va a Europa a representar a los españoles, sino que va a Europa a representar los intereses electorales del Partido Popular, que tiene miedo que las urnas se abran en España.
En último lugar, para entender la crisis orgánica en España hay que entender, y se decía antes en la presentación, el ciclo de protestas, el magnífico ciclo de protestas, de movilización colectiva, de recuperación de la política por la gente corriente abierto por el Movimiento 15 de mayo. Este ciclo de protestas se encontró con un Estado sólido. Y hay que reseñar este dato claramente y subrayarlo: en España hay una crisis de régimen político, no hay una crisis de Estado. No va a quebrar el monopolio de la violencia, no va a quebrar la ordenación del territorio, la prestación de los servicios esenciales, no vamos a ver presidentes huyendo de la Casa de Gobierno en helicóptero. En España hay una crisis de régimen, pero no hay una crisis de Estado. ¿Y eso qué hizo? Eso hizo que la acumulación de protestas no fuera suf iciente. Eso no significa que no fueran útiles. Significa que no fueron suficientes. Nuestro pueblo lleva años protagonizando un ciclo de movilización heroica que le ha costado muchas multas, muchas detenciones, muchas horas perdidas, mucha gente despedida de su trabajo, mucho sacrificio, como el que hacen todos los vecinos que se agarran a la puerta de los portales para que no echen a las familias de sus casas. Y sin embargo, todo ese ciclo de movilización política no fue capaz de alterar los equilibrios de poder en el Estado. Hay algunos sectores que entendieron que esto significaba que el Movimiento 15 de mayo, el movimiento conocido fuera como el de los "indignados", era un movimiento impotente, que había fracasado. Mientras que otros sectores decían que no, que no ha fracasado, ya basta, ya lo ha conseguido. Tiene que mantenerse fuera de la disputa por el poder, de la construcción del poder polít ico y fuera del Estado para triunfar. Yo creo que ni una cosa ni la otra. No consiguió alterar los equilibrios de poder en el Estado. Pero ciertamente construyó un nuevo clima de época, un clima de época que ayudó a que las élites todavía gobernantes se encontraran ya a la defensiva. Que tuvieran que hablar con palabras que no les pertenecían y les incomodaban, que tuvieran que incluir en la agenda demandas que no les gustaban, que trataban mal, que tuvieran que intentar parecerse lo menos posible a sí mismos. Es gracias al ciclo de protestas del 15 de mayo y los indignados, gracias a tanta gente que se movilizó, que se han abierto posibilidades políticas inéditas en España.
¿Y cuál es la situación política ahora? La situación política ahora es la de una posibilidad de cambio inédita en muchos años de nuestra Historia. Una posibilidad de cambio marcada en primer lugar por un hito. Un hito fundamentalmente cualitativo. El hito es que después de un ciclo largo de enfados, de descontento, de tristeza, o incluso de protestas de forma fragmentada, sin un lenguaje común, sin símbolos comunes, sin referentes comunes, sin un horizonte común, sin un "nosotros" que las agrupara, hoy estamos en condiciones en las que podemos decir que es un trabajo en marcha, es una tarea en marcha. Pero hay condiciones claramente para que, lo que antes eran descontentos fragmentados, hoy sean una voluntad colectiva, una voluntad popular nueva. Esto es, que las razones de los que llevan mucho tiempo resignados, mucho tiempo soportando políticas injustas e ineficaces, se pueden convertir en las razones de su tiempo, se pueden convertir en las razones de una época diferente. Una de las manifestaciones más importantes de esto fue la movilización que tuvimos el 31 de enero en la Puerta del Sol. Esa manifestación, sé que soy sospechoso de ser objetivo, fue histórica. Y no fue histórica porque se manifestaran cientos y cientos de miles. Tampoco fue histórica porque se levantara a pulso, sin recursos, y con una buena parte del stablishment en contra, por no decir todo. Lo que la hizo histórica es que fue una movilización, y éste es un dato fundamental para entender qué puede pasar en España, fue una movilización explícitamente política. Veníamos de muchos años de movilizaciones en negativo, de movilizaciones que decían "No" a algo. Que intentaban revertir ataques, privatización de los hospitales, desahucios de las familias, ataque a la escuela pública, ataque a los derechos laborales. Teníamos mucho tiempo de manifestaciones que decían que no, de manifestaciones que se quejaban. Y lanzamos una movilización que era muy distinta. Y nos preguntaban los periodistas, "¿Cuáles son las reivindicaciones de esta manifestación? ¿De qué se quejan, qué piden?". Y decíamos: seguramente lo más importante de nuestro tiempo es que tenemos una manifestación que esta vez no pide nada. Tenemos una manifestación que iba encabezada por dos palabras, una pancarta con dos palabras, que decía "Es ahora". Una manifestación que básicamente decía "Creemos que hay una mayoría popular en marcha que es capaz ya de recuperar las instituciones y de ponerlas al servicio de la gente". Ése es el dato más importante segura mente del momento político en España.
En este año, nosotros tenemos muchas disputas electorales que creemos que son el centro de la disputa política. No creemos que siempre sea así. No creemos que siempre lo electoral sea el centro de la política. Creemos que en esta fase concreta, en este momento político acelerado y extraordinariamente intenso en España, en el que en semanas sucede lo que antes sucedía en años, lo electoral es, durante este ciclo corto, un terreno de confrontación y de disputa democrática fundamental, central. Un terreno en el que nosotros intervinimos desde el comienzo, impugnando algunas de las ideas que nos parecían mecánicas. Las ideas que decían que hay que acumular fuerza en lo social, construir fuerza y después acudir a las instituciones a que se lo cambien, como en la ventanilla de un casino: "Mire, yo tengo estas fichas de fuerza social, ¿cuántos escaños de la Asamblea Nacional me pertenecen?".
Nosotros lanzamos una iniciativa electoral que no tenía demasiada base social previa. Dijimos: nos parece que las razones de cambio son ya hoy razones de sentido común, y nos parece que merece la pena cometer una osadía y atreverse, sin que en absoluto esté garantizado cómo van a salir las cosas. Y encontramos que hubo mucho eco popular. Encontramos que había muchas ganas. Encontramos que había posibilidad de articular lo que hoy era un descontento fragmentado, disperso, sin referentes, sin símbolos comunes. La batalla electoral también era una batalla de construcción de identidad política nueva, de identidad popular nueva y con capacidad además de atravesar los alineamientos anteriores. Están desesperadas las élites políticas viejas en España por devolver la discusión política a los términos de antes, por devolverla a las certezas y a las pa labras de antes, cuando ellos eran los que monopolizaban la representación política, y por evitar esta anomalía que, nosotros decimos muy en broma, ellos nos recetaron muchas veces. Cuando la gente salía a protestar en España, durante mucho tiempo, cuando la gente salía a la calle a expresar que las cosas no se estaban haciendo bien, que se podían hacer de otra forma, recibían un comentario socarrón y burlón, a menudo arrogante, por una buena parte de las élites políticas: "Bueno, es que al fin y al cabo protestar es muy fácil. Otra cosa es: creen una fuerza política y preséntense a las elecciones". Y nosotros decimos que les agradecemos el consejo, porque hoy estamos en condiciones de recuperar nuestro país, precisamente gracias al consejo.
Y dos apuntes más. Por una parte, creemos que en el momento histórico que atravesamos el juego completo de las élites es un juego de intentar contener, limitar, el espíritu de cambio del momento, limitar las transformaciones en marcha, e intentar que el 2015 sea un mal sueño. Que pase este año de turbulencias. Había algún diario que titulaba, en la primera encuesta que nos dio primeros en intención de voto: "La ira ciudadana aúpa a PODEMOS a la primera posición". En un intento, por una parte, de minusvalorar a los votantes que votan por el cambio, que deben ser menos racionales que los que votan por el mantenimiento de lo de siempre, pero también como un intento, una suerte de creencia de que tapándose los ojos y tapándose los oídos éste habrá sido un mal sueño. "Aguantemos 2015, contengamos, mantengamos los equilibrios viejos, que esto pasará".
Por el contrario, las tareas de los que trabajamos para el cambio, tienen que ser tareas de expandir la articulación, de reducir y de enfrentar la campaña de miedo con la que las élites nos están enfrentando. Tenemos un momento crucial en el que, en ausencia de mayor capacidad de seducir, el arma fundamental de lo viejo, de los actores políticos viejos, de quienes hasta ayer monopolizaban el poder, es una inmensa y masiva campaña de miedo para que los ciudadanos les tengan más miedo al cambio político que al mantenimiento de lo que existe. Y es nuestra tarea y nuestra responsabilidad, y nunca la haríamos de no tener mucho tejido, mucha gente enraizada en el territorio, enfrentar esa campaña de miedo y demostrar que todas y las mejores conquistas de la gente humilde han nacido cuando han dejado de tener miedo y cuando han decidido en función de sus propios intereses.
En esa situación, nosotros decimos que tenemos al menos tres tareas. Tenemos en primer lugar la tarea de librar las disputas electorales de forma tal que nada pueda volver a ser lo mismo. Que los equilibrios viejos no se puedan reeditar, que la representación política del cambio en las instituciones en España sea lo suficientemente fuerte como para evitar cualquier intento de restauración conservadora, que concediendo una parte menos de las reivindicaciones hoy más sentidas como necesarias por nuestro pueblo, intenta salvaguardar o blindar los poderes de lo viejo. En primer lugar, la tarea de conquistar una fuerza, de una fuerza política que entre en las instituciones con la fuerza suficiente como para evitar la reversión a lo viejo, como para evitar que los equilibrios viejos crean que se puede dar marcha atrás en los últimos dos años en la historia de nuestro país, condenándonos ta mbién a una década entera de renuncias, a una década de miedo, una década de desposesión, una década de arbitrariedad de los privilegiados. En segundo lugar, nosotros tenemos la tarea de la formación política, de la formación de los mayores, del reclutamiento, de la mano tendida, y del trabajo político, intelectual y de gestión con los mejores cuadro que ayuden no solo a hacer las cosas diferente, y esto lo hemos aprendido de América Latina. No solo a hacer las cosas diferentes de como las hacía el adversario, sino hacerlas mejor. Y para eso vamos a necesitar siempre a los mejores, y ése es un trabajo intelectual, político y de gestión de primer orden. Y en tercer lugar, el trabajo de construir un pueblo que esté en condiciones de reclamar su soberanía, que esté en condiciones de reclamar que el país real no pueden ser aquellos que tiene n sus cuentas corrientes en Suiza. Sino que es su gente, que son sus familias. Que el país de verdad es nuestra gente, y que nos empuje, nos acompañe, y tensione empujando el horizonte de lo posible, más allá de lo que dicen los que hasta ayer vendían resignación y hoy solo pueden vender miedo.
Muchas gracias compañeras y compañeros. ¡Sí se puede!


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